Custodio Ballester Bielsa, Pbro.

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GENIAL PROFESOR DE RELIGIÓN: EXCELENTE EDUCADOR EN LA FE


La gran obra pastoral del Rvdo. D. Luigi Giussani, Comunión y Liberación, se ha definido siempre como movimiento eclesial de educación en la fe. Él mismo abandonó una prometedora carrera eclesiástica, renunciando a sus clases en el Seminario de Venegono, para enterrarse como profesor de religión en el liceo Berchet de Milán durante muchísimos años. De esa experiencia como docente nació, a partir de sus alumnos, el movimiento Comunión y Liberación, extendido ahora en más de 47 países. Entre estos primeros alumnos del Liceo, germen de su movimiento, estaba Luigi Negri, luego obispo de Ferrara, llamado a ser el sucesor natural de D. Giussani, descartado sorprendentemente por una nueva dirección surgida a la muerte del fundador y defenestrada finalmente por el propio papa Francisco. He ahí pues un raro personaje, D. Giussani, que se vio mejor como profesor de religión que como formador de seminario, obispo y lo que viniere, dando unos frutos apostólicos que todavía muchos envidian.

Pero, ¿cuáles son los rasgos fundamentales de esa educación en la fe que propone D. Luigi a través de Comunión y Liberación? ¿Cuáles son los pasos esenciales del método pedagógico de Giussani?

Planteamiento del problema humano

El fenómeno humano, nuestra propia vida, por el mismo hecho de ser, plantea el problema del significado de la existencia. El hombre es, en efecto, el único punto de la naturaleza en el cual se plantea conscientemente, a veces como una pregunta desdibujada, el problema del sentido último de la existencia.

Para verificar cualquier propuesta, incluida la propuesta cristiana, el hombre debe partir de su propia experiencia auténtica en su totalidad y pureza, sin parcialidades ni ambigüedades. La experiencia auténtica se da cuando las cosas que sentimos o comprendemos se someten a juicio a través de una comparación con aquella serie de evidencias y exigencias últimas que “constituyen” el corazón del hombre, y que cualifican su sentido religioso: el deseo de felicidad, de verdad, de lo justo, de lo bello, del significado último y total. Es decir, el encuentro de estas exigencias y evidencias con las circunstancias de la vida activa en el hombre y en el dinamismo de la razón.


Pertenece a la naturaleza de la razón, por tanto, el estar abierta a la realidad, el ser un dinamismo que ante cada objeto reconoce que, incluso tras el más profundo análisis, sigue existiendo un quid misterioso que escapa a la comprensión. La razón fiel a su naturaleza, abriéndose a la realidad, preguntándose sobre su sentido y reconociendo el Misterio como horizonte último de todo, coincide con aquel sentido religioso que Pablo VI definió como la “síntesis del espíritu”.

El valor de la tradición y el método para acercarse a ella

Condición previa para una experiencia humana auténtica es el no censurar ninguno de los factores que la componen. Por lo tanto, para educar es necesario ante todo proponer la tradición, en cuanto suma de las experiencias y descubrimientos que determinan en gran parte el estado en el cual se encuentra el hombre y que, por ello, le ofrecen la primera hipótesis para la lectura del presente. Evitar, o peor, cerrarse a la relación con la tradición, impide la posibilidad de una experiencia humana auténtica.

Pero la tradición, cualquier tradición, sólo se puede proponer y, por lo tanto, encontrar en una vivencia presente. De otro modo, se reduce a algo que sólo interesa como objeto del pasado, útil quizás a los estudios especializados, pero inerte como influencia en la vida. El encuentro con una tradición puede darse sólo en el presente, a través de una experiencia que viva el contenido de aquella tradición hoy.

Así, también el encuentro con la tradición de dos mil años de cristianismo puede producirse sólo donde se viva su contenido y su mensaje en la actualidad.

Autoridad y sentido crítico

El ser humano, de hecho, se desarrolla en toda su dimensión siguiendo a una autoridad. Para el niño es la figura de sus padres. Para cada hombre, consciente o inconscientemente, es la figura –o las figuras- en la que inspira su modo de actuar y que determina los criterios que mueven su acción. Es la naturaleza lo que ha establecido como norma para un auténtico desarrollo el método de la autoridad. Su valor no consiste en que impone determinados criterios o modalidades para la vida y la acción, sino en que propone los términos del problema y sugiere la hipótesis adecuada para afrontarlo. La autoridad, en ese sentido, es instrumento para una crítica eficaz: educar, en realidad, significa educar en el sentido crítico, habituar a los jóvenes a ponerse ante la tradición, la vida y sus circunstancias como “problema”. Significa afrontar la vida con la hipótesis que los criterios contenidos en la naturaleza del corazón - el deseo de felicidad, de verdad, de lo justo, de lo bello, del significado último y total- estiman más adecuada. De esta forma, el sentido crítico no equivale a la duda, que acaba paralizando cualquier búsqueda, sino que es el resorte que impulsa continuamente a la aventura de lo real y hace abrazar la vida entera.

El cristianismo: el acontecimiento de un encuentro

Es característica de la razón la categoría de la posibilidad. El cristianismo es el anuncio de que se ha hecho realidad una extraordinaria e ineludible posibilidad: el Dios buscado y deseado por el hombre durante todos los tiempos y en todas las culturas, el Misterio hacia el cual el hombre ha tendido los puentes de la imaginación y de la oración, se ha hecho hombre. Se le ha podido encontrar en la historia “en un momento y en un tiempo determinados”. Por tanto, el cristianismo no es una “religión” entre otras: su naturaleza no es el ser una versión de la inagotable búsqueda de Dios y de la relación con el Misterio del cual todo proviene. El cristianismo sucede como acontecimiento. El problema religioso, con la Encarnación, ha pasado a ser un problema histórico: ¿es verdad o no que Jesús es Dios-con-nosotros?


Hoy, como hace dos mil años, el encuentro con una humanidad excepcional, y excepcional en cuanto corresponde de manera única -como sólo Dios lo puede- a las esperanzas y a los deseos del corazón, introduce al descubrimiento del Dios hecho hombre. Como para los apóstoles Juan y Andrés – “Maestro, dónde vives? Venid y lo veréis” (Juan 1,36-39)-, también hoy el camino del cristianismo es sencillo: se trata de seguir el atractivo despertado por un encuentro, de permanecer en esa Presencia, la del Dios hecho carne y sangre.

Pero, ¿dónde se encuentra Cristo hoy? ¿Dónde vive y cómo llega al hombre de hoy toda la inmensa tradición de santidad, de ternura y de caridad suscitada hace dos mil años por el acontecimiento de Cristo? ¿Dónde, en definitiva, permanece y sigue cambiando a los hombres aquel acontecimiento? En la Iglesia, en la compañía de aquellos que lo reconocen y entre los que ha elegido estar misteriosa pero realmente presente. En el pequeño grupo de amigos -en cualquier ambiente o circunstancia en que se halle- que funda la propia unidad en el reconocimiento de Cristo en la comunión de la Iglesia, se encuentra el terminal último, el gesto con el que Cristo alcanza al hombre y se hace experiencia para él.

La certeza y el compromiso de la libertad

“La fe es racional en cuanto florece en el límite extremo de la dinámica racional como una flor de gracia, a la que el hombre se adhiere con su libertad. Y, ¿cómo hace el hombre para adherirse con su libertad a esta flor incomprensible tanto en su origen como en su desarrollo? Para el hombre, adherirse con su libertad significa reconocer con sencillez lo que su razón percibe como excepcional. Reconocer con la misma certeza inmediata que se produce ante la evidencia irrefutable e indestructible de ciertos factores y momentos de la realidad, tal como entran en el horizonte de nuestra persona” afirmará Giussani. De hecho, del mismo modo que se considera razonable creer a quien nos desea el bien, incluso si el bien no es un objeto que se pueda medir, y del mismo modo que encontramos perfectamente razonable creer a quien atestigua un hecho cualquiera -a menos que no existan razones fundadas para sospechar de ello-, igualmente la fe en el hecho de Jesús muerto y resucitado, es fruto de la confianza depositada en una serie innumerable de testimonios, desde entonces hasta ahora.

Este tipo de certeza -certeza moral- es aquella que los primeros discípulos adquirieron sobre Él en el tiempo, estando con Él, leyendo los signos de su potencia y de su amor, verificando cómo sus gestos y sus palabras correspondían a las urgencias y evidencias de su corazón.

Factores determinantes en la adquisición de tal certeza de fe (como de cualquier certeza moral) son el tiempo y el compromiso de la libertad. Conceder tiempo y comprometer la propia libertad -también con actos y obras-, en la propuesta cristiana, es condición esencial para verificar su razonabilidad y adecuación para con la propia existencia.

Así, la fe no actúa en la vida personal y social simplemente como “motivo inspirador” o como prejuicio ideológico, al lado o frente a los demás motivos e ideologías, sino como memoria y propuesta constante de un acontecimiento: el encuentro con Cristo aquí y ahora.


De dónde nace la moralidad nueva

Por tanto, la auténtica moralidad para el cristiano se identifica con el acto cargado de afecto con el cual sigue a Cristo y compromete su libertad en esa relación. Seguir a Aquel que ha correspondido de manera imprevista y consumada a las esperanzas y evidencias del corazón. El cambio moral no nace del respeto debido a las reglas o a las leyes, sino de la adhesión de la libertad y del afecto. De aquella evidencia que hizo responder a San Pedro, el mismo hombre que le había traicionado tres veces: “Señor, tú sabes todo. Tú sabes que te amo” (Jn 21,15).

Ojalá el carisma de D. Giussani se conserve vivo e incontaminado en medio de las asechanzas de un mundo que busca homogeneizar toda religión, convirtiéndola así en una ONG insignificante, pero generosamente subvencionada por el poder.


LA IGLESIA DE LOS LAICOS

Luigi Giussani, fundador de "Comunión y Liberación"


Es curioso, la Iglesia, por naturaleza y por historia, es tan clerical, que a la larga se lleva bastante mal con los movimientos laicos. La jerarquía clerical reina sobre ellos; pero en cuanto además de reinar pretende gobernarlos, se producen los choques. Es el reciente caso del Opus Dei, una organización eminentemente laica; tanto, que se la encuadra mal en la categoría de “congregación”. Incluso considerarla mixta parece excesivo, puesto que el número de clérigos que la integran es totalmente exiguo. Cierto es que al final de todo son los clérigos los que dirigen a los laicos. Se trata, por tanto, de una organización fuertemente clericalizada. Tal es esa percepción, desde la jerarquía eclesiástica, que el tema ha resultado ser finalmente la clericalización formal del movimiento, reduciéndolo a una más de las numerosas instituciones clericales: es decir, encuadrando en la Iglesia a los clérigos de La Obra y desestimando totalmente a los laicos que la forman.

 

A este tema del difícil encuadre de los laicos entre las fuerzas vivas de la Iglesia, le voy dando vueltas desde mi época de seminarista. Por eso me sedujo tan poderosamente la figura de D. Luigi Giussani, que al final decidí hacer sobre él mi tesina de licenciatura. En efecto, se trata de un extrañísimo fenómeno de renuncia a la condición clerical en la Iglesia, en la que estaba encuadrado el fundador de Comunión y Liberación, para hacer labor de simple laico, consagrando toda la vida a esa labor. Giussani, con una espléndida carrera clerical por delante (es razonable pensar que hubiese podido llegar a cardenal), prefirió dedicarse a la humilde y subordinadísima labor de catequista, ejerciendo de profesor de religión en un instituto. Y justo ahí, en ese puesto tan poco clerical (bueno, uno de los puestos que dejaron los clérigos para los laicos, cuando decidieron ahondar en su clericalidad), fue donde nació Comunión y Liberación. Gran oportunidad perdida por los dominicos, cuyo carisma es la predicación y la conversión. Pero resulta que cuando instituyó la Iglesia la categoría de catequista, a los clérigos ya no les quedaba fuelle para tamaña empresa.

 

Lo sorprendente de Giussani es que armó ideológicamente la catequesis. La convirtió en una actividad de primerísima categoría, capaz de llenar de sentido la vida de muchos cristianos laicos. Y fenómeno curioso, ¡hay que ver adónde llevó la palabra “liberación” el movimiento fundado por Giussani desde la humilde catequesis laica, y adónde fueron a estrellarla los jesuitas de Hispanoamérica convirtiéndola en la pretenciosa Teología de la Liberación. Sí, es lo que va de la humildad obligada de los laicos, a la soberbia a la que se ven tentados tantísimos clérigos: tanto más tentados, cuanto más encumbrados. Está claro que la pretenciosa Teología de la Liberación fue un tremendo y lamentable fraude: tanto como lo son las novedosas teologías de colorines (¡de igual autoría!) tan encomiadas hoy en las altas cumbres de la Iglesia. Clericalismo puro y duro.

 

 

Es que, una vez más, las palabras nos ponen frente a las realidades que denominan. La palabra “laico”, de la que, para mayor confusión, derivarán también el “laicismo” viene del griego “laós”, que es el pueblo, al que se llama “démos” cuando reclama su cuota de poder en virtud de su cuota de propiedades (vamos, como en las comunidades de propietarios). Pues eso, que el humilde “Pueblo de Dios”, del que se llenan la boca los clérigos, es muy mal digerido por el clericalismo reinante. Y por supuesto, sin derecho a reivindicaciones democráticas, es decir propias del démos, del “pueblo político”. Los laicos caben en la Iglesia clerical en tanto en cuanto se subordinan dócilmente a ella o en cuanto se mimetizan con el poder y se someten a él, clericalizándose en la medida en que se lo impongan o se lo consientan los clérigos.

 

Esa es probablemente la razón por la que han durado tanto las órdenes religiosas (las clásicas), y tan poco las organizaciones seglares. No olvidemos las órdenes terceras, los terciarios, una forma de encuadrar a los laicos en las órdenes religiosas. Bueno, y lo de los legos (procedentes también del humilde laós) es de traca. Me refiero a los hermanos legos que en los monasterios estaban al servicio de los clérigos. Maneras muy originales de incorporar a los laicos en la Iglesia. También entonces, igual que hoy, la Iglesia tuvo sumamente difícil eludir las presiones morales del mundo en que vivía.

 

Comparable al movimiento de D. Luigi Giussani, centrado en la catequesis, tenemos hoy también el potentísimo movimiento del “Camino Neocatecumenal”, que propone a los católicos emprender un largo camino de catequización post bautismal para mantenerlos fieles a la doctrina que quizá no aprendieron en la catequesis infantil que precedió a la Primera Comunión, o acaso olvidaron ya. A los que se adhieren a esta propuesta se les conoce popularmente como “los kikos” por su fundador laico, Kico Argüello. Es otro imponente movimiento que igual que Comunión y Liberación, se dedica especialmente a la catequesis. Con su liturgia singular (gran tentación clerical) y su “jerarquía” paralela, privilegio del que gozan -gozaron- las grandes órdenes religiosas.            

 

Claro que en sus primerísimos inicios (lo vemos en los Hechos de los Apóstoles) la Iglesia instituyó el diaconado. Como dice la RAE, diácono significa propiamente servidor, sirviente (procedente del griego diákonos). Un oficio reservado a los laicos. Entre sus principales misiones estaba la atención a los pobres. Cosa a la que hoy se abrazan tantos clérigos con entusiasmo, como si no fuese ése un oficio diseñado para los laicos. A eso había que añadir el servicio a los “clérigos” en la liturgia y los servicios propios del templo. Eran laicos todos ellos; pero no se tardó en clericalizarlos y en jerarquizarlos: ahí están las órdenes mayores y menores. Hoy está en marcha un nuevo movimiento de clericalización de los laicos (¡y de las laicas!) que ejercen ministerios de variados géneros en la Iglesia. Se reclaman órdenes sagradas para ellos…. y para ellas.

 

Pero queda un vacío enorme en el campo de la evangelización básica, es decir en el de la catequesis. El número de catequistas aquí en España, incluyendo en esta categoría a los profesores de religión, es realmente grande: como para cubrir todos los objetivos.  Pero está claro que esta pieza tan importante de la evangelización, no funciona. Cubre unos espacios y unos presupuestos, pero con unos resultados lamentables. Es quizás en el segmento de población estudiantil donde mayormente se aprecia el fracaso. ¡Y pensar que un personaje como D. Luigi Giussani fue capaz de darle la vuelta al problema hasta convertir la catequesis y las clases de religión en el frente más potente de la Iglesia! Un clérigo que asumió la labor de los laicos y trabajó entre ellos para demostrarles que ésa es la verdadera trinchera en que la Iglesia se juega su futuro.





    Para D. Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación, la primera premisa de su itinerario educativo en la fe, es el realismo.

    Es evidente que, a la Iglesia en su conjunto, se le ha ido haciendo cada vez más difícil explicar la fe. Y eso ocurre porque a mucho clero, tanto esforzarse en acomodar su mensaje evangélico al armazón lógico del mundo, ha terminado constatando que desde ese armazón que ha puesto su fe en la ciencia (por lo demás, tan manipulable), ha de hacer cada vez más contorsiones para explicarse a sí misma. Claro que es bueno aprender idiomas para ampliar las posibilidades de comunicación. Pero una cosa es aprender el idioma del mundo para poder comunicarse con él, y otra muy distinta renunciar a tu propio idioma, hasta el extremo de acabar comunicándote con los tuyos en un idioma extraño. Y es ahí donde hemos llegado en nuestra evangelización de base, la catequesis. Todo lo que dice, suena tan extraño, tan forzado, que el oyente se cansa pronto de escuchar.

    Don Luigi Giussani percibió este fenómeno con absoluta claridad, y entendió que debía volver al lenguaje genuino de la FE, si quería que su catequesis tuviera alguna eficacia.  Nuestra época -dirá- se caracteriza por la manipulación ideológica de la realidad para ajustarla a esquemas prefabricados por la inteligencia. Sin embargo, el hombre sano intelectualmente (ése es el concepto clave) desea saber cómo son los hechos y, a partir de ahí, pensarlos. Es necesario por ello saber de qué se trata y cómo es la experiencia religiosa. Esta experiencia es un hecho, el hecho más difundido en la vida de los seres humanos, que suscita en ellos un interrogante sobre el significado de todo lo que hacen; y por ello resulta un punto de vista más amplio que ningún otro. Se trata, pues, de un hecho que se manifiesta en el comportamiento del hombre a lo largo de toda su historia”.


    Ahí estamos, en las claves del comportamiento humano. Necesitamos explicarnos por qué nos comportamos como lo hacemos, y por qué creemos (en todos los ámbitos) lo que creemos. “En este asunto –explica Giussani- la mayoría de los hombres se apoyan consciente o inconscientemente en lo que dicen los demás. Sin embargo, por su importancia para la vida, uno no puede acabar asumiendo la opinión de moda o las sensaciones que dominan el ambiente. La experiencia religiosa pertenece al ser humano. Por ello, como sucede en mí, en mi yo como persona, debo reflexionar sobre mí mismo, entrar en una indagación existencial, cuyo resultado debo confrontar con lo que otros han expresado en sus filosofías. Así se enriquecerá mi conocimiento sin asumir acríticamente el parecer de los demás en esta cuestión. El hombre no puede tener ninguna experiencia sin una capacidad para valorar, para dar un juicio sobre lo que se ha encontrado. Ciertamente la experiencia es “probar” algo, pero también lo es el juicio que tengo sobre eso mismo. Por tanto, hacer experiencia es entender algo, descubrir su sentido. Pero todo juicio necesita un criterio en base al cual se realiza. Si ese criterio lo tomamos prestado de algo exterior a nosotros, a pesar de nuestra indagación, haríamos depender el significado de lo que somos de algo que está fuera de nosotros. Puesto que el hombre antes de ser no era nada, no es posible que pueda darse por sí mismo un criterio para juzgar. Este nos es dado. Aunque esté dentro de nosotros mismos, nos es dado por la naturaleza. Es decir, es algo inmanente a la estructura originaria de la persona, detrás de la cual está Dios, origen último de nuestro yo.

    Hasta aquí, Giussani; pero eso pertenece a un nivel de formación intelectual muy poco común, sólo al alcance de las élites. La gente corriente no pudo disfrutar de un preceptor tan extraordinario como el que tuvo Alejandro Magno. Fueron realmente pocos los que pudieron disponer del entrenamiento intelectual de Aristóteles. Y es obvio que en sus mejores tiempos, la Iglesia cultivó ese nivel intelectual (filosofía escolástica como base de la teología, tomista finalmente) únicamente para el clero. Sólo fue así en sus mejores tiempos, que obviamente no son éstos. Los fieles, y entre ellos, los alumnos del instituto en que Giussani impartía sus clases de religión, hasta entonces no habían necesitado tan alto nivel intelectual. Giussani fue el gran preceptor que les hizo encontrarse a sí mismos como paso previo para encontrarse con Cristo.


    Es que, mientras el clero y las altas jerarquías de la Iglesia tuvieron clarísimas las cosas de la fe, porque no había enfrente otro sistema de pensamiento (de lo contrario hubiesen necesitado un nivel aún más alto de formación), los fieles pudieron relajarse confiando en la fe del carbonero, con aquello de “doctores tiene la Iglesia”. Pero estos son otros tiempos en que quien quiera tener criterio propio tanto en la ciencia como en la fe, se lo ha de trabajar: como les enseñó Giussani a sus alumnos. Son tiempos en que la Verdad ha de luchar contra batallones de mentiras. Y para discernir se necesita entrenamiento. Por supuesto no le costó nada, en su sistema de formación humana integral, convencer a sus alumnos de que el hombre, si renuncia a su dimensión religiosa, renuncia a lo más noble de sí mismo: “El hombre auténticamente religioso acepta el infinito como significado de sí mismo: no puede olvidar que antes, él no existía, y que luego morirá”. Es la manera que tiene cada uno de entenderse perfectamente a sí mismo: enfrentarse a su origen y a su fin, a la muerte, la gran ausente de la cultura ambiente. Porque es en la muerte donde finalmente se enfrenta la humanidad a su dimensión religiosa (no hay más que ver el fenómeno de las construcciones funerarias y de los ritos funerarios en todas las culturas).

    Giussani retoma la sentencia de Protágoras que asegura que “el hombre es la medida de todas las cosas”, pero llevándola a su última concreción: cada hombre tiene el derecho de constituirse en la medida de todas las cosas. Es la realidad de cada uno la que sirve de referencia auténtica para confrontar todas las cosas. Y en el “cada uno” entran, por supuesto, sus exigencias anímicas y espirituales, porque el hombre es mucho más que sólo su cuerpo. “Todo aquello que un hombre pueda experimentar personalmente pasa a través de una experiencia original, elemental, de un conjunto de exigencias y de evidencias con las que el ser humano se ve proyectado a confrontar todo lo que existe. Se trata de un conjunto de evidencias y exigencias tan originales que todo lo que uno puede decir o hacer depende de ellas: exigencia de felicidad, de verdad, de justicia, de amor…


    Debemos, por ello, habituarnos a confrontarlo todo con la experiencia elemental. En caso contrario, todo se afrontará con la mentalidad común que sostienen y propagan quienes detentan el poder en la sociedad. Encima de nuestras exigencias originales se sedimentan la tradición familiar y la del contexto en el que uno se desarrolla y así se altera la evidencia de aquellos primeros significados y exigencias. Sólo podemos desafiar la mentalidad, el clima cultural, la opinión común, si juzgamos todas las cosas a la luz de nuestras evidencias primeras y, a partir de ellas, cribar cada propuesta existencial que se nos haga.

    Eso mismo es lo que hizo el apóstol Pedro al escuchar la pregunta que Cristo lanzaba a sus discípulos – “También vosotros queréis marcharos?”-, tras decirles que había que comer su carne y beber su sangre. A lo cual Pedro respondió: “Y dónde iremos Señor? Sólo tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6,68).


19 OCTUBRE. La reflexión teológica de Luigi Giussani, el sacerdote milanés fundador de Comunión y Liberación, ¿es un pensamiento original, capaz de dar razón sistemática y crítica de la experiencia elemental de lo humano, tal como vive en plenitud en la fe en Jesucristo.

Uno de los temas fundamentales de la articulación de su pensamiento es la preocupación sobre la verdadera naturaleza del hecho religioso. Giussani hace teología como autoconciencia sistemática y crítica de una experiencia de fe actuante, de un compromiso con el misterio de Cristo y de su Iglesia, de una pasión por la salvación del mundo. Se muestra como un educador que tiene un agudo sentido de lo vivencial en su dimensión ideal, que continuamente compara con el dato histórico y social. Su mirada sobre la realidad la sintetiza el método cristiano que él expone. Tiene este método dos ejes:

1. Los contenidos de la fe necesitan ser asumidos razonablemente. Debe exponerse su capacidad de mejorar, exaltar e iluminar los auténticos valores humanos.

2. Esa presentación debe verificarse comparándola en la acción. La evidencia racional sólo puede iluminarse hasta convertirse en convicción cuando se afrontan las necesidades humanas desde dentro de la participación en el hecho cristiano, implicándose en la realidad cristiana como un hecho esencialmente social o comunional.

La experiencia cristiana, críticamente pensada y reconocida, constituye un precioso recurso para el hombre y para la comunidad. El cristianismo es un acontecimiento de gracia porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna (Juan 3,16). Y la Iglesia signo –sacramento- del acontecimiento cristiano que se prolonga en el tiempo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará (Mateo 16,13). D. Luigi muestra una extraordinaria eficacia pedagógica dirigida a devolver sustancia a la fe para renovar así el cuerpo de la Iglesia. Según Giussani, el sentido religioso coincide con la búsqueda del destino. La realidad –historia y cultura- y el conocimiento –razón y fe- constituyen la experiencia del hombre abierto a la verdad y con el deseo de comunicarla.

Giussani expresa siempre una profunda preocupación por la modernidad cuando afirma que “los cristianos se van autoeliminando educadamente de la vida pública, de la cultura, de las realidades populares, entre los acalorados aplausos y el cordial consenso de las fuerzas políticas y culturales que apuntan a sustituirles del escenario”. Un juicio profético ciertamente, que surge de percibir la masiva presencia cristiana en alguna época como inercia de la herencia recibida del pasado y que no se ha sabido conservar.


A causa de la concepción dualista de la relación Iglesia /mundo, relacionada con el dualismo hombre/cristiano, natural/sobrenatural, fe/razón, libertad/gracia, el cristianismo tiene una incidencia mínima en el mundo de la escuela (excepto como agencia de colocación), la universidad pública (en la privada casi imperceptible) y el ambiente laboral. Giussani pone al descubierto la responsabilidad de los cristianos, incluida la del alto y bajo clero en esta situación. Hablará de la “protestantización del cristianismo” que tiene las siguientes consecuencias:

1. El subjetivismo (lo que a cada uno le parece; el jesuítico discernimiento) frente al destino, como concepción y como praxis.

2. El debilitamiento de la unidad viva del pueblo de Dios con su Tradición (tal como la ha entendido la Iglesia a lo largo de los siglos).

D. Giussani identifica como elementos de la conciencia religiosa del hombre contemporáneo, una rápida serie de reducciones: Dios sin Cristo, Cristo sin Iglesia, Iglesia sin mundo, mundo sin yo y yo sin Dios.

Para que la comunicación de una experiencia –personal y comunitaria- sea convincente, mostrando a la libertad del interlocutor las razones de su conveniencia, es necesario que la situación histórico-cultural sea examinada críticamente. Lo cual hoy en día es ya pedir demasiado.


El hecho cristiano es un acontecimiento presente y totalizante, y la fe debe hacerse cultura. Debemos mirar, pues, el hecho cristiano, considerándolo en su unidad e integridad, tal como se expresa en la experiencia de la vida eclesial en acción (los santos y los mártires), en el aquí y ahora de la historia. La hipótesis explicativa que Cristo ha traído al mundo es la más comprensiva, la más convincente y la más fascinante, si tenemos la valentía de proponerla.

Para Giussani el hecho cristiano es el acontecimiento de Jesucristo muerto y resucitado, el hijo encarnado del Padre que, por obra del Espíritu Santo, se hace presente –en la Iglesia y a través de la Iglesia- en el hoy de la historia, comunicándose gratuitamente a los hombres de toda raza y cultura. El hecho cristiano, por tanto, me sucede a mí, viene a mi encuentro y vive en el acontecimiento de la Iglesia. La gracia del acontecimiento de Jesucristo reafirma y responde al sentido religioso del hombre, pero un acontecimiento se manifiesta a quien participa en la experiencia de él.

Se trata, pues, de un hecho acontecido en la historia, la irrupción en el tiempo y en el espacio de una Presencia humana excepcional: la presencia de Cristo. Su excepcionalidad incomparable permitía reconocerle. “Excepcional” porque corresponde adecuadamente a las expectativas originales del corazón humano. Un acontecimiento humano que sucede, el encuentro con el hecho de una presencia excepcional. El cristianismo es este acontecimiento: algo que antes no existía y que en un momento dado surgió.

El cristianismo no es simplemente una doctrina religiosa, una lista de leyes morales, un conjunto de ritos, sino un hecho, un acontecimiento. Todo el resto es consecuencia. Dios ha entrado en relación con nosotros para salvarnos a través de un acontecimiento, no de un pensamiento o de un sentimiento religioso. Acontecimiento que es, por propia naturaleza, una novedad. Algo nuevo que entra en nuestra vida, algo no previsto, no definido de antemano. El cristianismo se muestra como un acontecimiento que ha sucedido, que llega hasta aquí, hasta el día que yo vivo.


Por ello, el misterio de la Encarnación es un Acontecimiento que, siendo imprevisible, inimaginable para el hombre, se revela como algo sumamente “conveniente” para él, algo que corresponde a las exigencias más características de su naturaleza. Acontecimiento es, por tanto, un hecho que surge en la experiencia revelando el Misterio que lo constituye. El hecho cristiano consiste en la misma Iglesia como evento de Jesucristo que se propone a la libertad de los hombres en el hoy de la historia. Cristo es el centro de la historia del mundo, el cumplimiento de toda espera, consciente o no, de los hombres de todos los tiempos y latitudes.

Que el ser humano se sienta “salvado” significa que reconoce quién es, que reconoce su destino y sabe cómo dirigir sus pasos hacia él. Dios en Jesucristo se ha convertido en un acontecimiento dentro de nuestra existencia cotidiana, para que nuestro yo reconozca con claridad sus propios factores originales (el deseo de verdad, de amor, de belleza y de eternidad) y alcanzando su destino eterno: su salvación.

Para ello, claro está, hay que predicar a Jesucristo como el Camino (el único), la Verdad (incuestionable) y la Vida (verdadera). ¿Estamos realmente dispuestos a hacerlo?



LA FE ES RECONOCER A CRISTO


OCTUBRE 26. Estamos en un momento de terrible confusión. Se supone que están reunidos celebrando el Sínodo de la Sinodalidad, los más eximios teólogos; o si no tanto, los catequistas más capaces de transmitir el Evangelio de Jesucristo de la forma más viva y convincente. Es lo que se supone, es lo que cabe esperar de una movida tan espectacular con la que el papa ha querido frenar en seco al Camino Sinodal de los obispos alemanes. Eso creen la mayoría de los fieles, según se les ha informado. Y eso afirman a pies juntillas la gran mayoría de los sacerdotes.
 
Pero ahí tenemos otro enfoque radicalmente distinto, el del eximio catequista Giussani, que reivindica, por encima de la fe, el sentido religioso, al que considera tan propio del hombre como los cinco sentidos acompañados del sentido común.
Según D. Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación,el hecho cristiano exige que se mantengan sin confusión, pero sin separación, sentido religioso y fe cristiana. La fe que niega el sentido religioso no respeta la libertad del hombre, relegándolo a un estado de pura pasividad extrínseca, moralista y estéril. Un sentido religioso que no se deje sorprender por la gracia de la fe, por el acontecimiento de Cristo, acabará agotando y debilitando la conciencia religiosa en un agotador problematicismo. Sentido religioso y fe son los dos focos que constituyen la experiencia humana integral”.
 
Paradójicamente, la conciencia religiosa que se intenta potenciar en el Sínodo, ha caído en el lamentable problematicismo sexual de toda la vida, pero de signo contrario al que han mantenido nuestra religión y nuestra cultura, haciendo hincapié en la incorporación de esa especie de poligamia que es la aceptación de sucesivos divorcios y sucesivas nuevas uniones. Hemos caído en la casuística tan jesuítica que antes del Concilio (el Vaticano II) fue blanco de las críticas de los moralistas: y que jesuíticamente ha desembocado en el discernimiento que no significa otra cosa que la acomodación de la moral a las inclinaciones y convicciones de cada uno.
 
Mesas de trabajo en el Sínodo de la Sinodalidad 
 
El sentido religioso –prosigue Giussani- coincide con la razón en la dimensión profunda que tiene ésta de tensión inagotable hacia el significado último de la realidad. Sin embargo, en la dinámica de la fe ya no se trata de nuestra razón que expresa sus preguntas. Es la razón abriéndose a Dios que se devela a sí mismo. Pero es demasiado profundo todo esto para que pueda inspirar a los padres y madres sinodales. Y prosigue D. Luigi: “Mientras que la religiosidad nace de la exigencia de significado que suscita el impacto con lo real, la fe es reconocer una presencia excepcional, que corresponde totalmente a nuestro destino, y adherirse a esa Presencia. La fe es reconocer como verdadero lo que una Presencia histórica dice de sí misma. La fe es un acto de la razón movida por el carácter excepcional de una Presencia que lleva al hombre a aceptar la veracidad que ésta pretende”. Efectivamente, la fe es una facultad de la inteligencia, que a su vez mueve el corazón a través de la voluntad. La fe es una de las más exquisitas manifestaciones de la libertad. No puede ir desligada de la razón, porque es justamente la virtud que más abundantemente da cuenta de lo que decide aceptar nuestro entendimiento. Es la gran enseñanza de Giussani.
  
El terrible problema que actualmente nos azota, es la temática que han seleccionado como contenido troncal de este Sínodo, sus diseñadores, en la que no hay manera de reconocer ni de vislumbrar a Cristo. En primer lugar han colocado la sinodalidad: invento organizativo de democratización de la Iglesia para sustituir al actual modelo jerárquico. Poder sagrado (hierós), es el concepto religioso de jerarquía de origen apostólico que se sustenta en la ordenación de los obispos, que como sucesores de los apóstoles, gozan de la plenitud del sacramento del Orden. Los obispos articulados con la cabeza de la Iglesia, que es el papa. Ahí tenemos la auténtica jerarquía frontalmente contestada por los obispos alemanes, empeñados en democratizarla (es decir, en someterla a consulta para legitimarla a la manera del mundo). Todo un proceso de desacralización, que afecta a toda la vida de la Iglesia. Eso se pretende en el mismo diseño del Sínodo: que no haya ninguna diferencia entre consagrados sacramentalmente, y no consagrados. 
 
No es posible construir una catequesis sobre la desacralización de la vida, sobre la democratización de la Iglesia, que no es más que su mundanización: porque en efecto, la democracia, la voluntad del pueblo es el valor supremo del mundo. Tremendo disparate para la Iglesia, que ha de regirse por la voluntad de Dios. Y si es esto lo que pretende la sinodalidad (que niega la preeminencia del Orden sagrado), estamos ante el peligro de introducir en la Iglesia un elemento más de confusión, como el del discernimiento a la medida de cada uno.
 
 
Giussani es incisivo en su catequesis. Para él, el Cristianismo, Cristo mismo, es el más grande acontecimiento de la vida de la humanidad, y ha de ser también el mayor acontecimiento de la vida de cada cristiano. Para hacerse reconocer –dice Giussani-, Dios entró en la vida del hombre como un hombre. Así pues, el acontecimiento cristiano tiene la forma de un encuentro porque es algo que penetra en nuestros ojos, que toca nuestro corazón, que se puede aferrar con los brazos. Un encuentro humano que tiene lugar dentro de la realidad cotidiana, mediante el cual aquel hombre llamado Jesús se revela como alguien significativo para la vida. El encuentro consiste en toparse con algo distinto que atra,e porque corresponde a las exigencias del corazón, pasa en consecuencia por la comparación y el juicio de la razón, y suscita el afecto de la libertad. El acontecimiento cristiano tiene la forma del encuentro con una realidad física, corporal, hecha de espacio y de tiempo, en la que está presente Dios hecho hombre y que es signo de El”. 
 
La actitud del que se ha visto alcanzado por el acontecimiento cristiano –continúa más adelante Giussani-  lo reconoce y se adhiere a él, se llama fe. Para que acontezca la fe en el hombre y en el mundo ha de suceder antes algo que es pura gracia: el acontecimiento de Cristo, el encuentro con Cristo. La fe es esencialmente reconocer lo que diferencia a una cierta Presencia, reconocer una presencia excepcional, divina. La fe pertenece al acontecimiento cristiano porque es parte de la gracia que representa el acontecimiento mismo, parte de lo que es éste mismo. Reconocimiento y adhesión forman parte del momento en que el Señor, mediante la fuerza de su Espíritu, se revela a nosotros. Son parte del momento en que el acontecimiento de Cristo entra en nuestra vida.
 

Es estremecedor contemplar cómo la Iglesia está alejándose de esta visión mística de su razón de ser. En caída libre, pero perdiendo su libertad, la libertad de la Iglesia, dejando de defender al mismo tiempo la libertad de cada uno de nosotros, la libertad de los hijos de Dios que nos fue dada por la gracia del bautismo. Una libertad henchida de ilusión. ¡Qué lástima que estemos perdiendo todas esas maravillas por ocuparnos de cosas tan mundanas como las que tienen entretenida hoy a la más alta jerarquía de la Iglesia y a los nuevos “teólogos” de novedosas teologías, encumbrados a lo más alto y escuchados como si ellos fuesen la voz de Dios!  



RECONOCER A CRISTO EN LA IGLESIA


Para D. Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación, el método del encuentro entre la realidad, en su totalidad, y el yo, en su libertad, es el método sacramental. Ciertamente, Cristo acontece hoy en mi libertad ante el signo que cada circunstancia (alegre o desgraciada, favorable o incómoda) y cada relación representan, pero la forma completa de tal signo es el sacramento. El Misterio de Cristo muerto y resucitado se da para desvelarse a su criatura a través de este método desacramental: signo que contiene el Misterio del que es signo. La comunidad eclesial es el aspecto de este signo, el aspecto visible del rostro de Cristo. Jesús se hace perceptible en la comunidad eclesial como si ésta fuera el vestido por medio del cual nuestra pequeñez entra en contacto con su presencia real. Esta es la autoconciencia de la Iglesia,   fundada sobre la certeza de que Cristo está vivo, obra en el presente y cambia la vida. Dios en Jesucristo se hizo hombre, murió y resucitó y puede encontrarse hoy en la Iglesia de tal manera que nuestra humanidad sea regenerada a través de los siete sacramentos. Este hecho, si te ha sucedido, no puedes acallarlo, lo debes testimoniar.


En el movimiento de comunicación de una experiencia –personal y comunitaria-, la situación histórico-cultural debe valorarse críticamente de tal modo que a la libertad del interlocutor le sean más accesibles las razones de la conveniencia de esa experiencia que el sujeto propone. Uno no se puede convencer del cristianismo a base de estudiarlo sólo en abstracto como una teoría cualquiera. Sólo se puede uno convencer de que es verdadero comparándolo con la propia experiencia por entero. Por eso el cristianismo es verdadero. Porque corresponde a todas las auténticas necesidades del hombre: la necesidad de justicia, de amor, de perdón y belleza, de infinito…


Por ello, la categoría de experiencia es el eje fundamental de la propuesta educativa del Rvdo. Giussani. La realidad, con su invitación ineludible a afirmar su significado, llama a la libertad a asumir el riesgo del compromiso: La realidad no se afirma nunca verdaderamente si no se afirma la existencia de su significado, porque la realidad como un todo se corresponde con el corazón, con las exigencias constitutivas del hombre. 


Giussani afirmará la existencia y la cognosciblidad del fundamento verdadero de lo real. El misterio del ser se da en lo real y puede reconocerse en la Iglesia de Cristo. Cada manifestación de lo real se presenta como un evento que interpela a nuestra libertad provocándola a adherirse a él, reconociendo que existe un fenómeno experimentable de una realidad que es signo de otra cosa, que remite a otra cosa: a Cristo. El fenómeno comunitario -la Iglesia Santa y Católica- es el cimiento que transforma la experiencia del riesgo -la de poner la confianza en aquello que no se ve y sin embargo se espera- en una auténtica exaltación de la libertad, sin sustituir a la decisión personal de cada uno.

 


El pensamiento de Luigi Giussani puede calificarse como un pensamiento original, ya que tiene capacidad de mostrar, de modo articulado, la experiencia elemental de lo humano, tal y como la ha recibido de la tradición católica. Tradición que es el imprescindible punto de partida para alcanzar la integridad de la experiencia. Tradición que es un lugar de práctica y experiencia, dato originario, con toda su estructura de valores y significados, en el que uno ha nacido. Realidad viviente, que exige la acogida (libertad) de un hombre vivo como lugar de su presencia. D. Giussani muestra su calidad pedagógica a través de un notable estudio filosófico-teológico.


Giussani es consciente de la soledad terrible del hombre contemporáneo que ha cortado el vínculo con el Misterio y del drama de un cristianismo reducido a discurso políticamente correcto. El afirma que el cristianismo es una fiebre de vida, un  torbellino de caridad, una belleza encontrada que es preciso llevar, anunciar y compartir con los demás.


Así pues, la apologética de Giussani arranca de lo más íntimo del hombre y no de un código de conducta, parte de las dudas y no del dogma, de la existencia viva y no de fórmulas, pero para llegar finalmente a la doctrina de la revelación. El punto de partida no son ni las virtudes humanas ni las cristianas, sino el encuentro entre el hombre, con sus esperanzas y exigencias más verdaderas, y Cristo vivo en la comunidad cristiana, como respuesta a ellas. En un momento en que la vieja cristiandad se veía acosada y los métodos de los movimientos católicos se mostraban estériles, hacía falta algo diferente: un encuentro que lleva a la fe porque supone un acontecimiento que atrae. En primer lugar dentro, en el interior del corazón, aunque esta “liberación” enseguida se convierte en “comunión”, dado que la fe no es un intimismo patológico, sino una transformación interior que compartir con los demás hombres.


El fundador del movimiento Comunión y Liberación quiso que el cristianismo se asumiera no como una doctrina o una creencia, aunque fuerte, sino como un hecho que deriva de un dato real, de una experiencia ineludible, la de Jesús muerto y resucitado. La evidencia de este hecho llega a ser tal, si se vive en una compañía – la de los miembros de la Iglesia-, si se participa en la libertad – la de los hijos de Dios- que se adquiere estando en esa compañía, si se goza de la libertad que se genera al entregarse a la compañía de la comunidad cristiana.


Es la evidencia de que sólo en Cristo la existencia humana adquiere un sentido eterno de tal calado que ningún poder mundano podrá nunca reducir a la inoperancia por mucho que se esfuercen los heraldos de la mentira, siempre generosamente subvencionados desde el poder. 



GIUSSANI MÁS DE ACTUALIDAD QUE NUNCA

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En el actual momento de la Iglesia, contemplamos el fenómeno Giussani y el de su gran obra como algo venido de muy afuera, algo de otro planeta. Cuando vemos a tantos clérigos de hoy centrados básicamente en cuestiones sexuales que ocupan la inmensa mayor parte de su quehacer doctrinal y pastoral, con el atrevimiento incluso de articular toda una “teología” homosexual, corremos el riesgo de pensar que nunca ha habido, en la extensa historia de la Iglesia, otra teología y otra pastoral que esa. Hacia esas creencias nos ha empujado al menos todo el pre-sínodo, inspirado por el Camino Sinodal. Y por lo poco que ha dejado transparentar el secreto sinodal, parece que también nos ha conducido a ello, aunque en menor medida, el Sínodo de la Sinodalidad. 


Pero no, la Iglesia no ha sido siempre así. Ahí tenemos, a caballo entre los siglos XX y XXI, (1922-2005) a D. Luigi Giussani, el intuitivo fundador de Comunión y Liberación. Su obra teológica debe ser considerada en su origen y por sí misma. Los pensadores y corrientes que le han influido (De Lubac, Guardini, Balthasar), analizados por sí mismos y en su confluir articulado, no bastan para explicar la “forma” del pensamiento de Giussani, que llega a tematizar los más importantes contenidos teóricos del debate contemporáneo. Su pensamiento no es simplemente el resultado de las contribuciones de otros autores que ha estudiado y conocido personalmente. Es un pensamiento original, por tanto, un estilo de pensamiento auténticamente cristiano, abierto a la libertad humana y a sus variadas expresiones culturales. Un carisma singular que nace de la directa y original penetración en la experiencia religiosa misma. Una propuesta singularmente persuasiva, que llena de significado y sentido la experiencia humana de la búsqueda.


Lo más sorprendente de Giussani es que realmente acabó articulando una teología con aplicación práctica inmediatísima en la pastoral. Y no una pastoral de altos vuelos ni de potentes estructuras curiales, sino de nivel básico; una pastoral de catequesis, que eleva este modestísimo ministerio, el más modesto de la Iglesia, a la categoría de la más alta teología. 


Giussani concibe la cultura como conciencia sistemática y crítica de la realidad, la vida como experiencia, el cristianismo como acontecimiento presente, como respuesta de la libertad a un Tú (el de Cristo) que se revela, capaz de suscitar en el presente las preguntas más verdaderas del hombre y de ser respuesta exhaustiva de las mismas.

 


En una experiencia humana integral (sentido religioso/fe) el ser –el Padre que se nos ha revelado en el Espíritu de Jesús- acontece en la realidad (dinámica del signo), llamando al hombre a una decisión (dinámica de la libertad). Giussani propone pasar de la afirmación del ser como puro principio, a la afirmación del ser como existente. Todos los seres, no sólo Dios y el hombre, son descubiertos como existentes y se nos revelan como signo –sacramento- del ser en cuanto tal. Son una “promesa” que nos remite a lo que prometen, a aquello que significan.


Claro que la teología, sobre todo la tomista, se mueve en el plano de la esencia: plano, por tanto, rigurosamente metafísico, al que sólo se accede desde una cultura nada común. Y no se resigna D. Luigi a que el gran misterio de nuestra libertad a través de la Redención, se quede en disquisiciones teológicas de altos vuelos, sino que hace bajar la esencia al plano de la existencia, nos transporta del Dios ente, al Dios existente, para llegar del hermano puro ente, pura entelequia, al hermano existente, que forma parte de nuestra existencia, de nuestro compromiso existencial.


Para Giussani encontrar a Cristo en el rostro concreto de la comunidad eclesial quiere decir seguirle. Y concluye obviamente que sólo construye, el que ayuda a encontrar a Dios en el rostro de Cristo: porque hace que la acción humana no se pierda en dogmatismos ideológicos y falsos. Sin Dios, sin el reconocimiento del Misterio que hace todas las cosas, no puede construirse nada bueno. Y Dios permanece enigmático, si no es reconocido en el rostro de Cristo. Él es todo para la vida del hombre, es el corazón de la vida del hombre. Y esto se vive en compañía, viviendo una vida de comunidad, porque Cristo prosigue en la historia dentro del signo de la gran comunidad que es la Iglesia. Dios se ha de hacer hombre para acercarse al hombre, se ha de hacer Cristo.

 


El movimiento cristiano que suscitó la propuesta de Luigi Giussani entre los estudiantes de Milán en los años cincuenta, tenía como finalidad la educación cristiana madura de sus propios seguidores, colaborando con la misión de la Iglesia en todos los ámbitos de la sociedad.


En la propuesta de D. Giussani el ser humano se concibe como radicalmente distinto de lo que presupone la modernidad. Su libertad no se entiende sin la gracia de Dios. Sólo en el encuentro con Él puede encontrarse la verdadera libertad, que es al fin y al cabo, la libertad de los hijos de Dios.


El movimiento Gioventú Studantesca, que surgió entre sus primeros alumnos del liceo Berchet de Milán, transformado con el tiempo en Comunión y Liberación, nació como respuesta a la situación de pérdida de centralidad de la fe católica en el desarrollo de un mundo en el que se percibía ya la descristianización de una sociedad progresivamente secularizada. La fe no influye entonces en la vida personal, política, cultural de la gente, deslegitimándose así lo cristiano en la vida de la sociedad.


Si en la segunda mitad del siglo XX, en una sociedad que acude mayoritariamente a la misa dominical, Giussani percibe la descristianización, ¿qué no diría de una Iglesia, la de hoy, cuya “centralidad en la fe católica” es bastante más escasa que la que mostraba la sociedad de los años 50 y 60 del siglo pasado?  


Donde con mayor claridad percibió Giussani la descristianización de la sociedad, fue precisamente en el Concilio Vaticano II. Pudo contemplar muy de cerca cómo los más obligados con la cristianización, los clérigos y sus jerarcas, se descristianizaban a marchas forzadas. Vio cómo muchísimos de ellos, más asustados por la deriva doctrinal del Concilio que por la bastante más lenta descristianización de la sociedad, colgaban la sotana para incorporarse a esa sociedad cada vez más descreída. Dios, en su infinita misericordia, libró a Giussani de ver y sufrir la Iglesia que estaba por venir.




GIUSSANI MÁS DE ACTUALIDAD QUE NUNCA


En el actual momento de la Iglesia, contemplamos el fenómeno Giussani y el de su gran obra como algo venido de muy afuera, algo de otro planeta. Cuando vemos a tantos clérigos de hoy centrados básicamente en cuestiones sexuales que ocupan la inmensa mayor parte de su quehacer doctrinal y pastoral, con el atrevimiento incluso de articular toda una “teología” homosexual, corremos el riesgo de pensar que nunca ha habido, en la extensa historia de la Iglesia, otra teología y otra pastoral que esa. Hacia esas creencias nos ha empujado al menos todo el pre-sínodo, inspirado por el Camino Sinodal. Y por lo poco que ha dejado transparentar el secreto sinodal, parece que también nos ha conducido a ello, aunque en menor medida, el Sínodo de la Sinodalidad. 


Pero no, la Iglesia no ha sido siempre así. Ahí tenemos, a caballo entre los siglos XX y XXI, (1922-2005) a D. Luigi Giussani, el intuitivo fundador de Comunión y Liberación. Su obra teológica debe ser considerada en su origen y por sí misma. Los pensadores y corrientes que le han influido (De Lubac, Guardini, Balthasar), analizados por sí mismos y en su confluir articulado, no bastan para explicar la “forma” del pensamiento de Giussani, que llega a tematizar los más importantes contenidos teóricos del debate contemporáneo. Su pensamiento no es simplemente el resultado de las contribuciones de otros autores que ha estudiado y conocido personalmente. Es un pensamiento original, por tanto, un estilo de pensamiento auténticamente cristiano, abierto a la libertad humana y a sus variadas expresiones culturales. Un carisma singular que nace de la directa y original penetración en la experiencia religiosa misma. Una propuesta singularmente persuasiva, que llena de significado y sentido la experiencia humana de la búsqueda.


Lo más sorprendente de Giussani es que realmente acabó articulando una teología con aplicación práctica inmediatísima en la pastoral. Y no una pastoral de altos vuelos ni de potentes estructuras curiales, sino de nivel básico; una pastoral de catequesis, que eleva este modestísimo ministerio, el más modesto de la Iglesia, a la categoría de la más alta teología. 


Giussani concibe la cultura como conciencia sistemática y crítica de la realidad, la vida como experiencia, el cristianismo como acontecimiento presente, como respuesta de la libertad a un Tú (el de Cristo) que se revela, capaz de suscitar en el presente las preguntas más verdaderas del hombre y de ser respuesta exhaustiva de las mismas.

 


En una experiencia humana integral (sentido religioso/fe) el ser –el Padre que se nos ha revelado en el Espíritu de Jesús- acontece en la realidad (dinámica del signo), llamando al hombre a una decisión (dinámica de la libertad). Giussani propone pasar de la afirmación del ser como puro principio, a la afirmación del ser como existente. Todos los seres, no sólo Dios y el hombre, son descubiertos como existentes y se nos revelan como signo –sacramento- del ser en cuanto tal. Son una “promesa” que nos remite a lo que prometen, a aquello que significan.


Claro que la teología, sobre todo la tomista, se mueve en el plano de la esencia: plano, por tanto, rigurosamente metafísico, al que sólo se accede desde una cultura nada común. Y no se resigna D. Luigi a que el gran misterio de nuestra libertad a través de la Redención, se quede en disquisiciones teológicas de altos vuelos, sino que hace bajar la esencia al plano de la existencia, nos transporta del Dios ente, al Dios existente, para llegar del hermano puro ente, pura entelequia, al hermano existente, que forma parte de nuestra existencia, de nuestro compromiso existencial.


Para Giussani encontrar a Cristo en el rostro concreto de la comunidad eclesial quiere decir seguirle. Y concluye obviamente que sólo construye, el que ayuda a encontrar a Dios en el rostro de Cristo: porque hace que la acción humana no se pierda en dogmatismos ideológicos y falsos. Sin Dios, sin el reconocimiento del Misterio que hace todas las cosas, no puede construirse nada bueno. Y Dios permanece enigmático, si no es reconocido en el rostro de Cristo. Él es todo para la vida del hombre, es el corazón de la vida del hombre. Y esto se vive en compañía, viviendo una vida de comunidad, porque Cristo prosigue en la historia dentro del signo de la gran comunidad que es la Iglesia. Dios se ha de hacer hombre para acercarse al hombre, se ha de hacer Cristo.

 


El movimiento cristiano que suscitó la propuesta de Luigi Giussani entre los estudiantes de Milán en los años cincuenta, tenía como finalidad la educación cristiana madura de sus propios seguidores, colaborando con la misión de la Iglesia en todos los ámbitos de la sociedad.


En la propuesta de D. Giussani el ser humano se concibe como radicalmente distinto de lo que presupone la modernidad. Su libertad no se entiende sin la gracia de Dios. Sólo en el encuentro con Él puede encontrarse la verdadera libertad, que es al fin y al cabo, la libertad de los hijos de Dios.


El movimiento Gioventú Studantesca, que surgió entre sus primeros alumnos del liceo Berchet de Milán, transformado con el tiempo en Comunión y Liberación, nació como respuesta a la situación de pérdida de centralidad de la fe católica en el desarrollo de un mundo en el que se percibía ya la descristianización de una sociedad progresivamente secularizada. La fe no influye entonces en la vida personal, política, cultural de la gente, deslegitimándose así lo cristiano en la vida de la sociedad.


Si en la segunda mitad del siglo XX, en una sociedad que acude mayoritariamente a la misa dominical, Giussani percibe la descristianización, ¿qué no diría de una Iglesia, la de hoy, cuya “centralidad en la fe católica” es bastante más escasa que la que mostraba la sociedad de los años 50 y 60 del siglo pasado?  


Donde con mayor claridad percibió Giussani la descristianización de la sociedad, fue precisamente en el Concilio Vaticano II. Pudo contemplar muy de cerca cómo los más obligados con la cristianización, los clérigos y sus jerarcas, se descristianizaban a marchas forzadas. Vio cómo muchísimos de ellos, más asustados por la deriva doctrinal del Concilio que por la bastante más lenta descristianización de la sociedad, colgaban la sotana para incorporarse a esa sociedad cada vez más descreída. Dios, en su infinita misericordia, libró a Giussani de ver y sufrir la Iglesia que estaba por venir.





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1. Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación, definió su obra pastoral como un movimiento eclesial centrado en la educación en la fe


2. AUTODESCLERICALIZACIÓN DE GIUSSANI. Giussani, a pesar de abandonar una prometedora carrera eclesiástica, optó por ser profesor de religión en el liceo Berchet de Milán, donde surgió el movimiento a partir de sus alumnos


3. El impacto del movimiento Comunión y Liberación se extiende a más de 47 países, destacando la influencia de Giussani como educador religioso


4. Luigi Negri, uno de los primeros alumnos de Giussani y posterior obispo de Ferrara, fue inicialmente considerado su sucesor, pero fue sorprendentemente descartado tras la muerte de Giussani


5. La controversia en torno a la sucesión de Giussani involucra la intervención del papa Francisco, lo que añade un elemento político y eclesiástico


6. La educación en la fe propuesta por D. Luigi Giussani a través de Comunión y Liberación


7. EXISTENCIA-EXPERIENCIA. Se presenta el problema humano en términos del significado de la existencia y se subraya la necesidad de partir de la "experiencia" auténtica del hombre para evaluar cualquier propuesta, incluida la cristiana


8. RAZÓN. Se examina la naturaleza de la razón y su apertura a la realidad, destacando su dinamismo y la capacidad de reconocer un misterio que escapa a la comprensión incluso después de un profundo análisis


9. CORAZÓN-VIDA ACTIVA-FILOSOFÍA. La razón, fiel a su naturaleza, se presenta como un elemento clave en el encuentro de las exigencias y evidencias últimas del corazón humano con las circunstancias de la vida activa, enlazando así la reflexión filosófica con la experiencia religiosa


10. FILOSOFÍA Y RELIGIÓN. La conexión entre la razón y el sentido religioso se vincula con la definición de Pablo VI, quien describe el sentido religioso como la "síntesis del espíritu", estableciendo así un puente entre la reflexión filosófica y la dimensión espiritual


11. AUTENTICIDAD. La autenticidad en la experiencia humana requiere no censurar ningún factor que la componga, estableciendo así la importancia de no restringirse en la educación


12. TRADICIÓN. Entendida como la suma de experiencias y descubrimientos que han dado forma al estado actual del hombre, se presenta como un paso esencial para entender el presente y formar una lectura del mismo


13. TRADICIÓN VIVA. La relación con la tradición no debe limitarse a considerarla como un objeto del pasado; se destaca la necesidad de vivirla en el presente para que tenga influencia en la vida y no sea solo un interés para estudios especializados


14. TRADICIÓN Y PRESENTE. El encuentro con la tradición, incluyendo 2.000 años de cristianismo, solo ocurren mediante una experiencia actual que dé vida al contenido y al mensaje de esa tradición en el presente


15. AUTORIDAD. La autoridad, como método para un auténtico desarrollo humano, propone los términos del problema y sugerir hipótesis para la vida y acción. Se educa el sentido crítico, abordando la vida con la hipótesis basada en los criterios contenidos en la naturaleza del corazón


16. DIOS-HOMBRE. El cristianismo es la realización de una posibilidad extraordinaria: Dios hecho hombre. Este acontecimiento no es simplemente una religión más, sino un problema histórico que plantea la pregunta de si Jesús es verdaderamente Dios-con-nosotros


17. PRESENCIA DE CRISTO. El encuentro con una humanidad excepcional, que corresponde de manera única a las esperanzas y deseos del corazón, lleva al descubrimiento del Dios hecho hombre. La presencia de Cristo hoy se encuentra en la Iglesia y en la compañía de quienes lo reconocen, formando un grupo de amigos que experimentan la presencia misteriosa y real de Cristo


18. FE-RAZÓN. Giussani sostiene que la fe es racional al florecer en el límite extremo de la dinámica racional, y la adhesión a la fe implica reconocer con sencillez lo que la razón percibe como excepcional


RESPONDER


Giussani y la educación de la Fé (ii)17 de noviembre de 2023, 3:15

19. TESTIMONIOS. La certeza de la fe se basa en la confianza depositada en testimonios a lo largo del tiempo, y esta certeza moral es adquirida por los primeros discípulos al estar con Cristo, leyendo signos de su potencia y amor.


20. LIBERTAD. La adquisición de la certeza de fe requiere tiempo y compromiso de la libertad, incluyendo actos y obras en la propuesta cristiana.


21. ENCUENTRO CON CRISTO. La fe no actúa simplemente como motivo inspirador o prejuicio ideológico, sino como memoria y propuesta constante del encuentro con Cristo.


22. MORAL DE AFECTO A CRISTO. La auténtica moralidad para el cristiano se identifica con el acto cargado de afecto al seguir a Cristo y comprometer la libertad en esa relación.


23. MORAL, LIBERTAD Y AFECTO: SAN PEDRO. El cambio moral no proviene del respeto a las reglas o leyes, sino de la adhesión de la libertad y del afecto, como ejemplificado en la respuesta de San Pedro.


24. JERARQUÍA Y MOVIMIENTOS: OPUS DEI. Se aborda la tensión entre la Iglesia, la jerarquía clerical y los movimientos laicos, utilizando el Opus Dei como ejemplo de un movimiento laico que experimenta conflictos con la jerarquía al intentar gobernarlos.


25. RENUNCIAL CLERICAL Y CATEQUISMO LAICO. Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación, renunció a la condición clerical para dedicarse a la labor de catequista como laico, una elección inusual en la Iglesia.


26. CATEQUESIS Y SENTIDO VITAL. Se destaca la importancia ideológica que Giussani dio a la catequesis, convirtiéndola en una actividad de primerísima categoría que llenó de sentido la vida de muchos cristianos laicos.


27. TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN: FRAUDE. Se compara el enfoque de Giussani con la Teología de la Liberación, presentándola como un ejemplo de clericalismo y fraude que contrasta con la humildad de la labor de los laicos.


28. SOBERBIA MODERNISTA. Se critica la soberbia presente en ciertos clérigos, especialmente en la Teología de la Liberación y otras teologías modernas, describiéndolas como clericalismo puro y duro.


29. RECONOCIMIENTO LAICAL. Se explora la dificultad de los laicos para ser reconocidos en la Iglesia, subordinándose al clericalismo reinante y su limitado derecho a reivindicaciones democráticas.


30. LAICO Y POLÍTICA. Se analiza el origen de la palabra "laico" y cómo el clericalismo mal digiere al "Pueblo de Dios", especialmente cuando busca reivindicaciones democráticas propias del démos.


31. ORDEN RELIGIOSA-ORGANIZACIÓN LAICAL. Se mencionan las órdenes religiosas y los terciarios como formas de encuadrar a los laicos en la Iglesia, señalando la dificultad de las organizaciones seglares en comparación con las órdenes religiosas.


32. NEOCATECUMENALES. Se compara el movimiento de Luigi Giussani con el "Camino Neocatecumenal", ambos dedicados a la catequesis, y se destaca la liturgia singular y la "jerarquía" paralela en este último movimiento.


33. DIACONADO LAICO. Se aborda la historia del diaconado como un oficio inicialmente reservado a los laicos y cómo se clericalizó y jerarquizó con el tiempo.


34. CLERICALIZACIÓN LAICAL. Se critica la tendencia actual de clericalización de los laicos que desempeñan diversos ministerios en la Iglesia, reclamando órdenes sagradas.


35. CATEQUESIS POTENTE. Se destaca la importancia de la catequesis y se critica el fracaso en este campo, contrastándolo con la visión de Giussani, quien convirtió la catequesis en un frente potente de la Iglesia y trabajó entre los laicos para fortalecer este aspecto.


36. CRÍTICA Y AUTORIDAD. Giussani pide volver al lenguaje genuino de la fe para evitar que suene forzado. La autoridad impone criterios Y ADEMÁS propone términos del problema y sugiere hipótesis adecuadas, formando así una Autoridad que educa en el sentido crítico, en un instrumento para una crítica eficaz.


37. LIBERTAD: CERTEZA Y COMPROMISO. Conceder tiempo y comprometer la libertad en la propuesta cristiana. El compromiso personal y el tiempo son esenciales para la adquisición de la certeza de fe.


RESPONDER


Giussani y la educación de la Fé (iii)17 de noviembre de 2023, 3:16

38. TRADICIÓN. La propuesta de Giussani sobre volver al lenguaje genuino de la fe también se conecta con la tradición, abordando la dificultad de la Iglesia para explicar la fe al acomodar el mensaje evangélico al armazón lógico del mundo, destacando así la importancia de preservar la autenticidad del mensaje dentro de la tradición.


39. FÉ Y MUNDO. Dificultad de la Iglesia para explicar la fe al acomodar el mensaje evangélico al armazón lógico del mundo, lo que ha generado contorsiones en su explicación.


40. REALISMO Y LENGUAGE FIDEÍSTICO. Giussani aboga por la importancia del realismo y propone volver al lenguaje genuino de la fe para contrarrestar la manipulación ideológica de la realidad en la época actual.


41. EXPERIENCIA. La experiencia religiosa es presentada como un hecho fundamental en la vida humana que plantea interrogantes sobre el significado de las acciones a lo largo de la historia.


42. AUTOREFLEXIÓN. Giussani destaca la necesidad de reflexionar sobre uno mismo, realizar una indagación existencial y confrontar los resultados con las filosofías de los demás para enriquecer el conocimiento.


43. EXPERIENCIA. Importancia de la experiencia como proceso de entender algo y descubrir su sentido, así como la necesidad de un criterio inmanente a la estructura originaria de la persona, relacionado con Dios como origen último del yo.


44. INTELECTUALIDAD. Se menciona la formación intelectual excepcional de Giussani y su papel como preceptor que ayudó a la gente a encontrarse a sí misma como paso previo para encontrarse con Cristo.


45. FE Y FORMACIÓN. Comprensión de la fe y la formación de los fieles en la Iglesia, resaltando la necesidad contemporánea de un mayor esfuerzo y entrenamiento para tener criterio propio tanto en la ciencia como en la fe.


46. DISCERNIR MENTIRAS. Se destaca la época actual como un tiempo en el que la Verdad debe luchar contra mentiras, y Giussani, fundador de Comunión y Liberación, enfatiza la importancia del entrenamiento para discernir.


47. HOMO RELIGIOSUS. Se explora la dimensión religiosa del hombre, su confrontación con el origen y la muerte, y la idea de que renunciar a la dimensión religiosa es renunciar a lo más noble de sí mismo.


48. PROTÁGORAS: ANTROPOS METRÓN PANTÓN, HOMO MENSURA OMNIUM RERUM. Giussani retoma la sentencia de Protágoras, proponiendo que cada hombre tiene el derecho de constituirse en la medida de todas las cosas.


49. DESAFIAR. Se destaca la importancia de confrontar todo con la experiencia elemental y la necesidad de desafiar la mentalidad común, el clima cultural y la opinión pública.


50. PEDRO Y CRISTO. La respuesta de Pedro a Cristo sobre la vida eterna, resaltando la centralidad de la fe y la aceptación de las palabras de vida eterna.


51. Teología de Giussani como autoconciencia sistemática y crítica de la experiencia de fe, compromiso con el misterio de Cristo y pasión por la salvación del mundo.


52. FE Y ACCIÓN. Giussani presenta dos ejes en su método cristiano: la asunción razonable de los contenidos de la fe y su verificación en la acción, implicándose en la realidad cristiana como un hecho social.


53. EXPERIENCIA Y GRACIA. Valoración de la experiencia cristiana como un recurso valioso para el hombre y la comunidad, subrayando su naturaleza de acontecimiento de gracia.


54. MODERNIDAD. La relación Iglesia y Mundo y la autoeliminación de los cristianos de la vida pública y cultural, mostrando la preocupación de Giussani por la modernidad.


55. PROTESTANTIZACIÓN Y REDUCCIONISMO. Se discute la concepción dualista de la relación Iglesia y Mundo y sus consecuencias, como la "protestantización del cristianismo" y la identificación de reducciones en la conciencia religiosa del hombre contemporáneo.


56. JESÚS EN LA HISTORIA Y PRESENTE EN LA IGLESIA. Giussani resalta la concepción del hecho cristiano como la presencia de Jesucristo en la historia, comunicándose en el presente a través de la Iglesia y respondiendo al sentido religioso del hombre.


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Giussani y la educación de la Fé (iv)17 de noviembre de 2023, 3:16

57. EXCEPCIONALIDAD DE CRISTO. Se destaca la excepcionalidad del acontecimiento cristiano, que surge como algo nuevo en la historia, correspondiendo a las expectativas fundamentales del corazón humano.


58. CRISTO EN LA HISTORIA. El cristianismo es un acontecimiento que ha sucedido, centrado en la irrupción de la Presencia de Cristo en la historia, y no simplemente una doctrina, leyes morales o ritos.


59. ENCARNACIÓN. Giussani presenta la Encarnación como un Acontecimiento imprevisible pero sumamente "conveniente" para el ser humano, revelando el Misterio que constituye la experiencia reveladora.


60. CRISTO EJE HISTÓRICO. Reconocer a Cristo como el centro de la historia del mundo, el cumplimiento de las expectativas de los hombres en todas las épocas y lugares.


61. CAMINO, VERDAD Y VIDA. Disposición para predicar a Jesucristo como el Camino, la Verdad y la Vida, subrayando la necesidad de llevar el acontecimiento de Cristo a la existencia cotidiana de las personas.


62. FE Y RELIGIÓN. Giussani sostiene que el sentido religioso y la fe cristiana deben mantenerse juntos, ya que la fe que ignora el sentido religioso conduce a una pasividad moralista y estéril.


63. RAZÓN ABIERTA A DIOS. Giussani destaca que el sentido religioso coincide con la razón en su búsqueda incesante del significado último de la realidad, pero la dinámica de la fe implica que la razón se abre a Dios que se revela a sí mismo.


64. FE COMO ACTO RACIONAL. La fe es presentada como un acto de la razón movida por la excepcional presencia de Cristo, una facultad de la inteligencia que involucra la voluntad y es una manifestación de la libertad.


65. ENCUENTRO CON CRISTO. Giussani subraya que el cristianismo, encarnado en Cristo, es el evento más grande en la vida de la humanidad y de cada individuo. El acontecimiento cristiano toma la forma de un encuentro que penetra en la vida diaria, tocando el corazón y generando un reconocimiento y afecto.


66. FE Y PRESENCIA CRÍSTICA. La fe se presenta como el reconocimiento de una presencia excepcional y divina que es parte de la gracia del propio acontecimiento. La fe implica reconocer y adherirse al encuentro con Cristo, que es esencial para la fe en el hombre y en el mundo.


67. PÉRDIDA DE LA MÍSTICA, LIBERTAD Y MUNDANIDAD. Preocupación por la dirección de la Iglesia, describiendo su alejamiento de la visión mística del cristianismo. Se critica la pérdida de libertad de la Iglesia y su falta de defensa de la libertad otorgada a los fieles. Se lamenta la distracción de la jerarquía de la Iglesia y los nuevos teólogos con asuntos mundanos en lugar de centrarse en la esencia mística y liberadora del cristianismo.


68. ENCUENTRO SACRAMENTAL Y COMUNIDAD ECLESIAL. Giussani destaca el método del encuentro sacramental, donde Cristo se revela a través de signos, especialmente los sacramentos, y la comunidad eclesial sirve como un signo visible de Cristo.


69. EXPERIENCIA Y EDUCACIÓN RELIGIOSA. La propuesta educativa de Giussani se enfoca en la experiencia como eje fundamental. La realidad, al llamar a la libertad a afirmar su significado, requiere un compromiso activo para que se manifieste verdaderamente.


70. PENSAMIENTO ORIGINAL DE GIUSSANI. Giussani es reconocido por un pensamiento original que articula la experiencia humana y la tradición católica. Su enfoque pedagógico parte de lo íntimo del hombre, abordando dudas y existencia viva antes de llegar a la doctrina de la revelación.


71. APOLOGÉTICA Y TRANSFORMACIÓN INTERIOR. La apologética de Giussani parte del encuentro entre el hombre y Cristo vivo en la comunidad cristiana. Destaca que la fe implica una transformación interior compartida con otros, y la existencia humana adquiere sentido eterno solo en Cristo.


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Giussani y la educación de la Fé (v)17 de noviembre de 2023, 3:17

72. SÍNODO REDUCCIONISTA EN LA SEXUALIDAD. Se señala la paradoja de que, en el intento de fortalecer la conciencia religiosa en el Sínodo, se ha caído en un problematicismo sexual centrado en cuestiones como el divorcio y las nuevas uniones, en lugar de abordar temas más fundamentales.


73. CASUÍSTICA JESUITA INFINITA. La crítica al Sínodo se intensifica al abordar la casuística jesuítica y el discernimiento, interpretado como la adaptación de la moral a las inclinaciones individuales.


74. SINODALIDAD, DEMOCRACIA Y JERARQUÍA: AUTODESTRUCCIÓN ECLESIAL. La crítica central se centra en la temática del Sínodo, particularmente en la sinodalidad, que se percibe como una democratización que amenaza con desacralizar la Iglesia y socavar su estructura jerárquica.


...


COMENTARIO PROPIO: una sinodalidad efectiva es poner como máximo a los mejores 50-60 expertos en la materia sinodal e intentar llegar a unas conclusiones.


Otro ejemplo, para solucionar el problema del apostático camino sinodal alemán, se debería de celebrar un sínodo entre catolicismo y apóstatas alemanes, y sólo se compondría de 50-60 miembros, donde ambas partes confrontadas informaran de sus argumentos teológicos, sobre todo los apóstatas.


El sínodo de la sinodalidad es totalmente inútil, primero porque es demasiada gente y es inoperativo por la falta de conexión interpersonal, al tener 365 miembros, tantos como días tiene el año, ante lo cual han debido de hacer mesas redondas de unos 10 miembros y restringir los tiempos de parlamento e intercomunicación y compartición de conocimientos: con 50-60 todos se habrían conocido y podido hablar en libertad.


Luego sobraban algunos obispos y cardenales por ser apóstatas o anticatólicos, y otros miembros no pintan absolutamente nada por carecer de competencia y capacidad: religiosos, laicos, algunos curas, y curioso, bastantes cardenales y obispos que nada saben de historia eclesiástica de la sinodalidad: todos ellos deberían de estar excluidos, fuera, sobraban 300-310 miembros como mínimo, pero seguro que casi todos, al carecer absolutamente de conocimientos de historia, derecho y teología de los sínodos de la Iglesia imperial romana y altomedieval.


La era dorada de los sínodos acaecieron durante el Bajo Imperio Romano (edictos de Galerio 311 d.C., Milán 313 d.C. y Tesalónica 380 d.C.) y la Alta Edad Media (hasta el centralismo del Imperio Carolingio, 800 d.C., y los Estados Pontificios, 796 d.C.), siguiendo los principios democráticos greco-romanos:


- consensus populi ecclesiae, sensus et consensus populi Dei, Quod omnes tangit ab omnibus tractari et approbari debet



Todo ello junto con las experiencias históricas eclesiales:


- del reino vándalo de Genserico, de san Cipriano de Cartago y sus cartas XXI, XXII Y XXIII, de Dionisio de Alejandría, de la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea, los sínodos imperiales y provinciales orientales y occidentales romanos, el Anónimo Antimontano, Sínodos para el debate trinitario del siglo IV, sínodo del reino sasánida, y sobre todo, los concilios toledanos visigóticos (de hecho, hay cientos y cientos de sínodos y concilios - que son lo mismo - en todo el Imperio Romano y la Alta Edad Media).


Los sínodos jamás trataron de hacer como hace este sínodo de la sinodalidad que es introducir la apostasía del camino sinodal alemán en la Iglesia Universal. Los sínodos trataban sobre todo temas pastorales: parroquias, vida de consagrados, cómo extender e intensificar los 7 sacramentos, la vida de oración, las misas y confesiones, devociones populares, temas disciplinarios, eclesiología práctica, organización, personal, inmuebles, finanzas, material... jamás discutían sobre cómo destruir la doctrina fideística y moral, siempre intentaban solucionar las herejías por la vía sinodal, no para crearlas, leed la historia sinodal...

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